15 de abril de 2011

Infancia

Pequeña, si me estás leyendo, por favor, no tengas prisa.
¿Por qué?
¿Para qué?

¿Para poder ponerte tacones altos
Te destrozan los pies, andas con ellos y sientes como cada hueso grita de dolor, y es bastante común acabar la fiesta descalza y con los tacones en los pies, solo por no seguir usándolos.

¿Para poder maquillarte?
Enmascaras tu verdadera belleza, pones rimel en tus pestañas para que los demás piensen que las tienes negras y largas, te tapas tu verdadera piel con una crema que simula una cara imposible e intentas resaltar tus pómulos con colores antinaturales.

¿Para poder liarte con chicos?
Te mienten, te dicen exactamente lo que saben que tú quieres oír, juegan con tus sentimientos y te hacen tocar el cielo tan solo con la imaginación, todo para poder conseguir lo que ellos realmente quieren. Pero tú les crees desde el principio, aceptas sus mentiras y sueñas con sus promesas, porque aún buscas ese príncipe azul que te enseñaban las películas cuando eras pequeñas, ese que te iba a dar la felicidad eterna y te haría sentir como una auténtica princesa rosa. Pero la realidad te da una hostia que te hace despertar de tus sueños: ellos rompen sus promesas, cogen tu corazón entre sus frías manos y lo tiran a la basura, como si de un objeto de usar y tirar se tratara. 

Cambiamos las zapatillas rosas por tacones de doce centímetros que nos hacen las piernas más finas.
Cambiamos la comba y el Hulahoop por el rimel y el pintalabios que nos hacen parecer una persona que no somos.
Cambiamos las cartiras de amor y las miraditas inocentes por palabras obscenas y movimientos agitados de cadera que pueden cambiar tu vida en tan solo un segundo.

Sigo preguntándome por qué los niños quieren ser adultos
y los adultos, volver a ser niños.