15 de abril de 2011

Infancia

Pequeña, si me estás leyendo, por favor, no tengas prisa.
¿Por qué?
¿Para qué?

¿Para poder ponerte tacones altos
Te destrozan los pies, andas con ellos y sientes como cada hueso grita de dolor, y es bastante común acabar la fiesta descalza y con los tacones en los pies, solo por no seguir usándolos.

¿Para poder maquillarte?
Enmascaras tu verdadera belleza, pones rimel en tus pestañas para que los demás piensen que las tienes negras y largas, te tapas tu verdadera piel con una crema que simula una cara imposible e intentas resaltar tus pómulos con colores antinaturales.

¿Para poder liarte con chicos?
Te mienten, te dicen exactamente lo que saben que tú quieres oír, juegan con tus sentimientos y te hacen tocar el cielo tan solo con la imaginación, todo para poder conseguir lo que ellos realmente quieren. Pero tú les crees desde el principio, aceptas sus mentiras y sueñas con sus promesas, porque aún buscas ese príncipe azul que te enseñaban las películas cuando eras pequeñas, ese que te iba a dar la felicidad eterna y te haría sentir como una auténtica princesa rosa. Pero la realidad te da una hostia que te hace despertar de tus sueños: ellos rompen sus promesas, cogen tu corazón entre sus frías manos y lo tiran a la basura, como si de un objeto de usar y tirar se tratara. 

Cambiamos las zapatillas rosas por tacones de doce centímetros que nos hacen las piernas más finas.
Cambiamos la comba y el Hulahoop por el rimel y el pintalabios que nos hacen parecer una persona que no somos.
Cambiamos las cartiras de amor y las miraditas inocentes por palabras obscenas y movimientos agitados de cadera que pueden cambiar tu vida en tan solo un segundo.

Sigo preguntándome por qué los niños quieren ser adultos
y los adultos, volver a ser niños.

30 de marzo de 2011

Ella y sus quemaduras

El gemido que salió de sus labios apagó cualquier otro ruido existente en ese momento.
Ella apoyó su frente en la piel de aquel chico. Inspiró con fuerza.
"Sí... eso es... huele exactamente igual que siempre..." Sonrío para sus adentros.

Era increíble, después de tantos meses todo seguía igual.
La misma cortina manchada en el mismo sitio; la misma almohada con un agujero, quemadura de uno de sus muchos verdes que él solía tomar antes de quedarse dormido; la misma colección de botellines de cerveza encima de la mesita del salón, aun que con alguna que otra adquisición nueva; el mismo olor a pizza que provenía del restaurante italiano de la esquina; los mismos carteles de servicios unisex del baño; la misma sábana que compraron juntos...

Recorrió con la yema del dedo índice su pecho.
Su piel era cálida... quemaba.

Juntó sus labios a los de él.
Tan cálidos como siempre... bueno no, ahora más cálidos aún... quemaban.

Las sábanas acariciaban su cuerpo dibujando con exactitud su espalda.
Eran suaves y cariñosas, como el mejor de los abrazos; y cálidas... tanto que quemaban.

Ella se dejó caer sobre él, juntando sus cuerpos desnudos, abrazando su torso y acariciando su espalda. Un pequeño beso rosado estropeaba su perfecto hombro. Sería de la otra chica, la que hubo poco antes de que ella entrase en su habitación.

"No importa..." pensó ella. "Ahora soy yo la que se quema."

26 de marzo de 2011

Pasión

Inclinación o preferencia muy vivas de alguien hacia otra persona.

¿Alguna vez has sentido eso? O mejor dicho... ¿has creído sentirlo?
Durante años, yo misma he creído saber lo que significaba. 
Pero hasta esta tarde, no me he dado cuenta de lo que realmente era.

Un beso. Tan sólo un beso, de una pareja, en mitad del metro, ha sabido enseñarme mejor el significado de pasión que todas las películas, historias o canciones románticas que jamás haya presenciado.
Primero una caricia en la cara, mientras sus ojos paseaban libremente por los labios del otro. Lento, sin prisa, una se acercaba al otro. Y sus labios se juntaron. Suave, lento, con cariño, con dulzura, pero ardiente, tanto que hasta de lejos podías percibir como a cada segundo su piel se estremecía a penas unos milímetros. 
Al separarse, aunque hablaban o miraban el plano de metro, alguna parte de sus pieles estaba en contacto. Y si por algún motivo se separaban un milímetro, ambos buscaban desesperadamente al otro con la mirada.

Y así, inconscientes, han sabido demostrar lo que significa esta sencilla palabra de seis letras y dos sílabas, con un diptongo y acento en la o, a una desconocida cotilla que no pudo apartar los ojos ante aquella magnífica revelación. 

Veinte segundos después de que se bajaran del tren, una lágrima intoxicada de maquillaje negro decidió recorrer mi mejilla manchándola del color de la oscuridad. 
¿Alegría? No.           
¿Tristeza? Tss... tampoco.
Tan solo un poquito de añoranza. Moriña por esas caricias tuyas que me dabas. Por esa sensacion de saber que tu piel tampoco podía separarse ni un segundo de la mía. Por esos besos que tú también me enseñaste, pero no supe verlos a tiempo.

Te odio... te odio por hacer que cada centímetro de mi piel eche de menos tus labios.

19 de marzo de 2011

Inútil

¿Sabes cuando sientes que la persona a la que más quieres en este mundo necesita ayuda, y tú no puedes darsela? 
Simplemente, porque no sabes qué hacer. 
Nada, nada de lo que se te ocurre, podría marcar una diferencia en su estado de ánimo. 
¿Sabes lo mal que te sientes?

Como un trapo viejo y desgastado que ya no es usado. La gente lo mira, pero nadie se atreve ni a tocarlo.
Como una silla con una pata rota, y ninguno se atreve a sentarse en ella.
Como un libro maltratado y aburrido que ningún profesor quiere mandar leer a sus alumnos.
Como un juguete roto con el que ya nadie quiere jugar.

Júrame que siempre seré útil en tu vida. 
No quiero ser la muñeca de trapo con un ojo descosido que tienes al fondo del armario
Recipiente de dulces recuerdos.
Receptora de amargas miradas.

19 de febrero de 2011

Ella y sus lágrimas

Ella daba pequeños golpecitos contra el volante esperando a que se pusiese el semáforo en verde.
La resaca de anoche le estaba destrozando el cerebro, sólo quería tirarse a la cama y dormir más.
Pero ahí estaba ella, a las 12 de la mañana, metida en el coche.
Un grupo de colegialas cruzó el paso riéndose y gritando.
" ¿Pero qué...? " pensó ella. " ¿Qué puta hora es? "
Miró el reloj. Bien, las 2, no era tan pronto como ella creía... definitivamente, necesitaba dejar de salir de noche de una vez.
El muñequito verde de los peatones empezó a parpadear. " Venga...¡venga! "
Muñeco rojo para los peatones. Luz verde para los coches. " ¡Por fin! "
Recorrió velozmente las calles, los coches pitaban e incluso le pareció oír algún que otro insulto.
Paró enfrente del edificio que buscaba... ¿Cuántas veces habrá estado allí?
Apagó el motor y cogió la carta, que reposaba en el asiento del copiloto.
Miró fijamente el portal, después la carta y por último el espejo retrovisor.
" Vaya pintas que llevas maja... " Sacó su estuche de maquillaje. Un poco de colorete, rimel y aquel color carmín que tanto le gustaba a él... el chico de la foto.
Bajó del coche y fue hacia el portal.
3º izquierda. Jamás se olvidaría de esa casa.
Acercó su dedo hasta el timbre... " Venga... no seas miedica... ¡llama! "

- ¡Jajajajajajajaja! Oh, que bobo eres cariño...

Aquella voz femenina era irritante y empalagosa.

Ella no hizo nada. Parecía que su sangre hubiese dejado de circular y que sus músculos se hubiesen paralizado.
Él estaba con otra... una de sus muchas amigas, aquellas con las que él disfrutaba pasando alocadas noches con un mero " Adiós, hasta nunca. " por la mañana.
Bajó lentamente las escaleras, metió la carta en el buzón de aquel chico y salió a la calle sin soltar ni un solo suspiro.
Cuando el viento azotó su melena, las lágrimas negras comenzaron a manchar sus mejillas.
Desesperada comenzó a buscar en su bolso. Sacó su mechero rojo y el pitillo que siempre llevaba encima.

Una mano agarro su muñeca cuando acercaba la llama al cigarro y la hizo girar sobre sí misma.
Una dulce sonrisa dijo:
- ¿Tú no habías dejado de fumar? - Sus cálidos ojos miraban fijamente a los suyos. - Te he echado de menos, gorda.

El frío de cara

Recuerda por qué un día decidiste dejar de pensar.

Por qué te diste cuenta que no merecía la pena 
que unos pensamientos estúpidos te amarguasen el día.
Por qué nunca te permitiste imaginarte 
qué haría o con quién estaría él ahora.
Por qué no dejaste que tu mente sea libre 
de jugar con tu cordura.

Simple y llanamente, porque te diste cuenta 
de que la única que realmente merece la pena... 
Eres tú.
Los demás no importan, 
su felicidad no es tu problema.
Sólo debes que ocuparte de tu propia felicidad. 
Y de sonreír como nunca antes lo había hecho.

Abre la ventana y permite que un poco de aire entre en la habitación.
Que el frío congele la tristeza de tu cara, 
dejando sólo la felicidad.

6 de febrero de 2011

Sí, lo sé.

Sí, sé que no soy lo que tú querías.
Sí, sé que nunca buscaste alguien como yo.
Sí, sé que jamás te habrías fijado en una cría como yo.
Sí, sé que crees que soy poco para ti.
Sí, sé que piensas qué escribir cuando hablamos, porque lo primero que se te pasa por la cabeza te avergüenza.
Sí, sé que hasta ahora nunca me habías visto de esta forma.
Sí, sé que cada vez que leo una palabra tuya, una sonrisita de idiota cruza mi boca.
Sí, sé que no puedes reconocer que soy justo lo que necesitas, con todos esos defectos que nunca habrías querido en tu chica ideal.

¿Sabes?
Tú eres justo lo que quiero.
Tú eres exactamente lo que estaba buscando. 
Tú eres el tipo de chico en el que me fijaría.
Tú eres mucho más de lo que espero.
Tú  me confundes cuando hablamos, siempre pienso qué escribir por miedo a revelar lo que no debería.
Tú has conseguido que te vea de esa forma desde la primera vez que hablamos.
Tú intentas fingir que no sonríes al hablarme, pero estoy convencida de que también te sientes un bobo al leer mis mensajes.
Tú eres justo lo que necesito, con todas esas virtudes que deseaba en mi chico ideal.

Ahora...
¿Quién quiere más a quién?